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Mostrando entradas de 2020

RELATO CORTO: «Tras los cristales de aquél balcón»

Le habían acercado al balcón y podía ver el mundo a través de los impolutos cristales. La tarde era espléndida. El parque aparecía muy hermoso con sus doradas galas otoñales. Unos niños jugaban con el barro, resultado de la lluvia del día anterior; tenían sus sonrientes caritas embadurnadas, las manos pringosas. Un perrillo correteaba a su alrededor esperando ser incluido, sin éxito, en el infantil ritual. Una bicicleta reposaba inerte en la hierba esperando a que su dueño se acordara de ella y la hiciera volver a la vida.       El pálido sol de octubre iluminaba sin calentar; sus tenues rayos se posaban sobre la piel de sus rugosas manos, su calidez era casi una caricia. ¡Cómo añoraba su resplandor en los cabellos, la brisa en la cara!       Emilia necesitaba cambiar de postura. El mullido asiento de silicona, recubierto de suave felpa, resultaba un duro sillar de granito cuando llevaba más de una hora sobre él. Habían olvidado alisar del todo la tela y una arruga le estaba mortifican

RELATO CORTO: «Zapatos de arena»

Le encantaba ver cómo las olas iban a morir a la playa. Le encantaba que las espumantes gotas de agua salada arrastradas por el viento le salpicaran la cara y el pelo. Las gaviotas cabalgaban sobre la superficie rizada del mar a la espera de coger una presa. Estaba sentado en la orilla, los dedos de los pies enterrados en la fresca tierra húmeda. Sus mejores zapatos. Sonrió. Ella siempre le decía eso. ¡Qué pena que uno no se los pudiera llevar puestos!       El cielo, plomizo, pesado, amenazante de lluvia. El aire espeso, perfumado de sal, cálido unas rachas, fresco, otras.       Hacía rato que los bañistas se habían marchado. El increíble sol con el que se habían levantado esa mañana se había dejado vencer por la fuerza hercúlea de las nubes, macizas, potentes, llenas de lluvia. Pero Pascual seguía allí sentado. Necesitaba pensar, recordar. Necesitaba ensordecer su dolor. Tenía miedo a olvidarla, a que un día se despertara por las mañanas y su primer pensamiento no fuera para ell

Relato Corto: «FRONTERA DE AGUA»

Estaba muy oscuro. La noche sin luna le engullía. El furioso viento le cortaba la cara, haciéndole muy difícil mantener los ojos abiertos. Pequeñísimas gotas de agua salada, lanzadas sin piedad por el frío aire criminal, se le metían en la boca y la nariz y se mezclaban con sus ardientes lágrimas de miedo y desesperación. No podía mover los pies y un hormigueo que rayaba en dolor le latía en las pantorrillas. Estaba arrodillado en el suelo de la embarcación. Las grietas del suelo se le clavaban causándole una intensa quemazón. Otros cuerpos, apretujados al suyo, le empujaban y zarandeaban al ritmo de las rugientes olas amenazando con hacerle caer por la borda.        ¿Cuántas horas llevaba en ese barcucho? No sabía calcular el tiempo que había transcurrido desde que treinta anónimos fantasmas se habían encajado en el suelo de un temible cascarón lleno de grietas con intenso fetor a pescado podrido. ¿O sería a carne podrida?       El mar rugía cada vez más amenazando con volcar la barca

RELATO CORTO: «Sucedió en agosto»

El cadáver se hallaba sobre mi cama. Se encontraba tumbado boca abajo, a los pies del desnudo colchón, un brazo descolgado del lecho, mostrando una mano pálida, inerte. Tenía la cabeza girada hacia la izquierda lo que me permitía vislumbrar un pálido rostro, aún ojeroso, con los ojos entornados y la mirada fija en algún punto de una eternidad que rogaba para mis adentros no tener que conocer en breve. La sangre me latía dolorosamente en el pecho, en las sienes y un gélido sudor pringoso, cobarde, me escocía en la piel haciendo que se me pegara la camisa en el pecho y en el dorso. El muerto presentaba un enorme cráter en la espalda, de labios negruzcos, requemados en algunos sitios, aún sangrante en otros. En un reguero sinuoso procedente del cráter, que descendía por su brazo como lava ardiente, gota a gota la sangre se iba acumulando en la alfombra formando un enorme charco carmesí, brillante, hipnótico. Un charco enorme lleno de la vida que a mi amigo Vidal se le había escapado por e